Frente a las estéticas de la negatividad, tanto H. R. Jauss, como H. G. Gadamer reivindican la función institutiva del lenguaje artístico; de esta manera pretenden volver a vincular la estética y la praxis social. Jauss renegará de la autonomía del arte -desgarramiento del mundo social y del trabajo-, para conectar de nuevo la experiencia estética con la praxis social. Sin embargo, para Gadamer, la autonomía del arte -libertad con respecto a fines representativos- no está reñida con la vida social y su urdimbre valorativa. La obra de arte, para Gadamer, es parte del proceso social en el que los seres humanos realizan su humanidad, reconociéndose en sus obras. En definitiva, Jauss y Gadamer rehabilitan, frente al puritanismo adorniano, la dimensión práctica de la experiencia estética
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