El film La última cena (1976) dirigida por Tomás Gutiérrez Alea se basa en un evento histórico cubano del siglo XVIII. Es un cuento de carácter moral de un piadoso dueño de esclavos quien decide elevar su alma hacia lo espiritual. Lo hace por medio de la enseñanza a sus esclavos sobre las grandezas espirituales de la Cristiandad. Para llevar a cabo este deseo espiritual, el amo invita a doce esclavos para que sean participes en una representación bíblica de la Última Cena. Los ¿apóstoles¿ -esclavos quienes saben que nunca podrán ser parte de las riquezas ni de la religión del amo, se rebelan de tal manera que prenden fuego a las cosechas cañaverales y luego huyen desesperadamente hacia los montes. De inmediato, el piadoso amo, lleno de furor, da ordenes a que se los aprendieran para ser condenados a muerte. El drama clave en este film se despliega con diferentes tonos de retóricas de trascendencias culturales y de raíces de identificación por parte del Maestro y los Esclavos.
En base a este drama, el enfoque de este ensayo, con algunas ilustraciones del film, apunta el encuentro central de los diferentes tonos discursivos de los protagonistas: el Conde versus los Esclavos. Folklore, música, danzas, palabras e imágenes van entretejidos en este peregrinaje de farsa que ridiculiza la paternidad cristiana del conquistador. El objetivo central es presentar un posible concepto de realización sobre la identidad afrocubana como producto de su propia historia; una historia traumática marcada de luchas sangrientas entre el amo y los esclavos. En otras palabras, este ensayo analítico del film La Última Cena señala una historia de injustificable explotación y violencia en luces de una cultura popular.
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