A pesar de la expulsión del gobierno cubano de la OEA en 1962, Cuba sigue siendo materia de discusión tanto en ese organismo como en otros foros regionales y en la ONU. Después de hacer una breve revisión histórica del tratamiento del caso cubano en la OEA, el autor establece cómo el tema volvió a tener presencia en los noventa. La Ley Helms-Burton obligó a los países de la región a pronunciarse al respecto, y tanto el Grupo de Río como la OEA emitieron declaraciones y resoluciones de condena a la aplicación extraterritorial de las leyes y en defensa de la libertad de comercio e inversión en el hemisferio. Por otro lado, el secretario general, César Gaviria, sugirió que la comunidad interamericana debería tener un papel más activo para contribuir a la apertura económica y política de Cuba. La ONU se convirtió también en escenario del debate cuando en 1987 los Estados Unidos promovieron en la Comisión de Derechos Humanos una resolución de condena al gobierno cubano por la situación de tales derechos en la isla, resolución que ha sido presentada anualmente por distintos países desde entonces. Por su parte, Cuba ha utilizado también a las Naciones Unidas para condenar las leyes extraterritoriales. En general, el resultado de la consideración del caso cubano en los organismos multilaterales ha sido la división entres los países miembros en cuanto a si se debe o no presionar al gobierno cubano para su apertura. Heller argumenta que la discusión refleja en última instancia el conflicto entre los Estados Unidos y Cuba, y que los pronunciamientos y las resoluciones que se han adoptado no han logrado sus objetivos, ni han modificado las posiciones de ambos países. Es decir, en esos foros se mantiene también el impasse entre La Habana y Washington.
Although the Cuban government was excluded from the OAS in 1962, it still provokes debate within the OAS, other regional fora and the UN. After a brief historical review of the Cuban case within the OAS, Heller analyzes how this issue re-emerged in the agenda during the 1990s. Latin American countries were forced by the Helms-Burton Act to take a position on this matter and both the Rio Group and the OAS issued statements and resolutions condemning the extra-territorial enforcement of laws and endorsing trade and investment freedom in the hemisphere. On the other hand, the Secretary General, César Gaviria, suggested that the Inter-American community should play a more dynamic role in Cubas economic and political opening. The UN became also a debate scenario when in 1987 the United States presented a resolution condemning the Cuban government for the violation of human rights in the island at the Human Rights Commission. Different countries have submitted this resolution each year since then. Cuba, on its part, has also used the UN forum to denounce extra-territorial legislation. In general, the consideration of the Cuban case by multilateral agencies has resulted in divisions among member countries as to whether or not the Cuban government should be pressed to open the country. Heller argues that these debates are in fact a reflection of the conflict between the United States and Cuba, but the statements and resolutions that have been adopted have failed to change both countries positions. In other words, the impasse between Havana and Washington is also prevalent at those fora.
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