Ante las condiciones de Cuba tras el colapso de la Unión Soviética y los cambios en el sistema internacional, el gobierno canadiense de Jean Chrétien quiso contribuir a lo que pensó que sería la transformación impostergable de la isla en una economía abierta y un sistema político de instituciones representativas, en el que se respetaran los derechos humanos. Warren sostiene que el diseño de esta política de compromiso constructivo fue resultado de la nueva estrategia hemisférica del gobierno liberal, que buscaba un mayor acercamiento con América Latina y más independencia con respecto a la política exterior estadounidense. Además, dicha política fue posible gracias a la buena disposición de la opinión pública canadiense y al hecho de que no existiera una comunidad de exiliados capaz de impedir el acercamiento con el gobierno cubano. El compromiso constructivo consistió en apoyo diplomático a Cuba, el fomento del comercio y la inversión, y un mayor intercambio cultural. Igualmente, hubo una serie de apoyos económicos y sociales, en los que participaron también ONG e iglesias canadienses para, entre otras cosas, asesorar al gobierno cubano en la reforma económica y en materia de derechos humanos y gobernabilidad. La creciente cerrazón económica y política del gobierno de Castro, sin embargo, marcó los límites del compromiso constructivo y, ante una opinión pública que cuestionaba la eficacia de esa política, el gobierno canadiense reconsideró su postura y limitó algunos de los programas de ayuda e intercambio con la isla, así como su apoyo diplomático. Warren concluye que Cuba no representa más un interés prioritario ni particular del gobierno, el sector empresarial o incluso ONG canadienses, y el lugar que llegue a ocupar en la política exterior del país dependerá en última instancia de la importancia que se otorgue a América Latina en su conjunto.
In view of Cubas circumstances after the collapse of the Soviet Union and the changes that took place in the international system, the Canadian government of Jean Chrétien sought to contribute to what he deemed an inevitable transformation of Cuba into an open economy and a political system with representative institutions, and respectful of human rights. According to Warren, this policy of constructive engagement resulted from the Liberal governments new hemispheric strategy of strengthening ties with Latin America and increasing Canadas autonomy vis-à-vis U.S. foreign policy. Additionally, a policy of constructive engagement was viable due to both a positive attitude on the part of Canadian public and the absence of an exile community ready to prevent a rapprochement with the Cuban government. Constructive engagement included giving diplomatic support to Cuba, promoting trade and investment with the island, and intensifying cultural exchanges between both countries. Moreover, Canada offered a series of economic and social aid, involving NGOs and churches to advise the Cuban government on issues concerning economic reform, human rights and governance, among other things. However, Castros reluctance to open the economy and the political system set the limits of constructive engagement: facing a public opinion that questioned the effectiveness of the policy, the Canadian government reconsidered its position and reduced some of the assistance and exchange programs with the island, as well as Canadas diplomatic support. Warren concludes that Cuba is no longer considered a priority or a particular concern by Canadian government, firms or even NGOs, and the islands ranking within Canadas foreign policy will depend on the significance given to the Latin American hemisphere as a whole.
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