Los museos coleccionan arte y objetos con el fin de conservar la cultura material de la humanidad, y los exhiben para mostrar al público hechos históricos y prácticas culturales. Este público supone que aquello que ve expuesto es exacto, científico, documentado, y que los objetos son auténticos. Esto no siempre es cierto, pues en casi todos los museos se guarda un número indeterminado de falsificaciones, que pasan por auténticos. Muchas de las falsificaciones son muy antiguas, y algunas incluso se mantienen en exhibición. El problema, entonces, no es nuevo.
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