Las ciudades hispanoamericanas del siglo XVIII tenían una vida propia que las alejaba del sitio asignado por el proyecto segregacionista de las repúblicas de indios y españoles. Tanto las grandes capitales como las ciudades periféricas eran espacios desordenados y sucios donde habitaban �gentes de todos los colores�, pero también élites y grupos dirigentes. Al iniciarse la aplicación de las reformas borbónicas, la reorganización física y social de los centros urbanos y sus habitantes jugó un papel importante en los proyectos de la monarquía. En este artículo, usando como fuente principal los libros de actas capitulares, se examina cómo la ciudad de Antioquia, pequeña capital provincial en el Nuevo Reino de Granada, vivió su clímax de reformismo entre 1776 y 1788, período en el que los gobernadores y un reavivado grupo de cabildantes trataron de mantener transitables sus calles, corriente el agua de sus acequias y controlada su �muchedumbre�. Aunque hubo algunos logros en el campo de lo material, la modificación de las costumbres no alcanzó gran éxito puesto que los medios coercitivos eran escasos, la gente no se identificaba con los ideales introductorios por las reformas y las autoridades locales, después de 1778, tendieron a adoptar una laxitud y permisividad que les aseguraba cierta comodidad política y social.
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