En la actualidad las sociedades desarrolladas están asistiendo a una revalorización de la Economía Social en el ámbito del bienestar social desde una perspectiva económica, pero también social y política. La redefinición de los Estados de bienestar originada por cambios socio-políticos (mutación de las estructuras sociales y familiares y nuevos problemas y necesidades sociales) y por la irrupción de la crisis económica, así como la profunda segmentación experimentada por el mercado, se hallan sobre la base de esta nueva mirada hacia una serie de entidades que tradicionalmente han contribuido a resolver necesidades humanas. Históricamente, y a la par del desarrollo del sistema capitalista de mercado, numerosas entidades religiosas de carácter altruista constituyeron en muchas ocasiones, junto a la acción de las redes familiares y comunitarias, el pilar básico de atención de las necesidades sociales. Posteriormente esta idea caritativa de la acción social se amplió con la dimensión solidaria, dando cabida a las entidades de tipo laico. Junto a la abstencionista acción del Estado (en el orden equitativo y redistributivo) limitándose a actuar como mero garante del funcionamiento mercantil y del orden público, el mercado y la Economía Social coexistían pacíficamente con una relación hegemónica por parte del primero y de subordinación de la segunda, la cual se limitó a generar un ámbito selectivo de actuación en el terreno político (reivindicativo) y económico (productivo y de consumo).
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