La voz sencilla y diáfana de Benedicto XVI, impregnada de aliento y avalada por su autoridad moral ¿la más grande del planeta¿ ha mostrado los trazos magistrales de la familia con pinceladas de colores nítidos, que muestran su hermosura más allá de toda confrontación. Una belleza fácil de percibir por las calles de la ciudad esos días, sobre todo el sábado y el domingo. Familias enteras de todas la razas y culturas corroboraban con su existencia, plenamente visibles, las palabras del Papa. Y en cada lugar del mundo, a través de la televisión, en tantos hogares.
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