"Era la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de Alcalá", dijo de él su tocayo Ramón Gómez de la Serna. Y a fe que no hay imagen que mejor le cuadre, pues que Valle-Inclán entendió la vida como un carnaval, en el sentido más noble y radical de la palabra, según lo sentenciara Nietzsche en "Más allá del bien y del mal": "Todo lo que es profundo ama la máscara". Un carnaval en el que las máscaras no son siempre multicolores y risueñas, al estilo veneciano, sino también tenebrosas y macabras, como las que de los arrabales de Madrid extrajera su admirado y genial amigo José Gutiérrez Solana.
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