Cuando los encuentros se hacen cada vez más inevitables, las formas de control tienden a la modelización de las subjetividades a partir de la construcción lógica de binarismos donde justificar las formas de violencia a partir de la escenificación de las diferencias en las peores pesadillas de nuestra imaginación. El peligro no es que exista un óptimo de comunicación, a partir del cual se generen efectos nocivos para toda identidad cultural, sino por el contrario, la creciente sutileza en los mecanismos de control de la comunicación que reducen a simple información todo encuentro.
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