A través de dos situaciones de enfrentamiento y manejo de la muerte, que han representado un momento crítico en mi vida, una como estudiante y la otra ahora como docente, he deseado compartir esta reflexión, con el propósito de recordar el profesionalismo que lleva implícito el abordaje de la agonía y la muerte en nuestro quehacer diario, pero también la necesidad de recordar que justamente como mujeres, enfermeras, madres e hijas, experimentamos diferentes sentimientos, que debemos entender, conocer y manejar, para adoptar la posibilidad de acompañar tanto al paciente como a sus allegados y familiares en el enfrentamiento de tan difícil y dolorosa situación, sin agredirnos a nosotras mismas o ¿dejar de lado nuestra propia emotividad en aras de la idoneidad y el profesionalismo¿.
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