Se vive un momento cultural de bajo tolerancia a la frustración y al límite. No es extraño, por eso, que nuestra cultura rehúya la muerte con unos matices inéditos respecto a otros momentos de la historia. Alarcos Martínez, magister en Bioética, acepta ese reto y hace una reflexión sobre la muerte para extraer consecuencias éticas. Si se aspira legítimamente a la "intensidad de vida" como criterio moral, el hecho inalterable de la muerte puede ayudar decisivamente a ello. Con ese objeto, el autor delinea cinco objetivos que desarrollará a lo largo de este artículo: reconstruir la "morada" con sentido, re-pensar la vida, re-animar la justicia, recuperar la esperanza y, para los creyentes, resucitar
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