En los primeros siglos de la era cristiana los fieles de la nueva religión se plantearon de una forma muy seria la relación entre la escatología y la política, o, dicho de otra manera, el modo de compatibilizar lo que se creía una estancia breve sobre la tierra para alcanzar la vida eterna y los avatares de la vida pública cotidiana; de hecho, hubo dos formas de enfrentarse al problema: los que prefirieron contemporizar con el poder romano constituido y los que le negaron cualquier valor. Con la finalidad de superar esa contradicción insoluble se creó un nuevo concepto de ciudadanía cristiana
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