El nombramiento de Hugo Obermaier como catedrático de Historia Primitiva del Hombre en 1922 y la implantación de esa asignatura en la antigua Universidad Central de Madrid abrieron paso a una desigual vinculación académica entre prehistoria y etnología. El presente artículo analiza el período en el que aquella cátedra estuvo en manos de Julio Martínez Santa-Olalla y las singularidades del modelo científico-académico entonces articulado, haciéndose igualmente referencia a las relaciones establecidas entre las dos disciplinas citadas en las décadas posteriores, hasta 2000
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