La reestructuración del capitalismo europeo después de la Segunda Guerra Mundial y la formación de un nuevo mercado laboral continental hizo que el flujo migratorio español hacia América Latina concluyese y se orientase hacia ese nuevo mercado de trabajo a finales de los años cincuenta. La emigración española entró a formar parte de un círculo de relaciones más amplio de carácter económico y político que influían en el propio proceso migratorio, como puede comprobarse en los casos de Francia y Suiza. A pesar de la regulación, a través de acuerdos bilaterales, la emigración clandestina e irregular jugó un papel central, tanto en el caso francés como en el suizo, lo que tuvo grandes consecuencias de tipo social.
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