La Unión Europea ha mostrado su preocupación por los jóvenes a través de diferentes medidas y programas específicos, entre cuyos principales hitos cabe mencionar la cumbre de Luxemburgo (1997) y la consiguiente elaboración de los Planes Nacionales de Empleo, y la cumbre de Lisboa (2000) y la llamada “Estrategia Lisboa”, que trazó unos objetivos para el 2010 que, a día de hoy, parecen de difícil cumplimento. En este artículo se exponen algunas de las conclusiones de los trabajos del Grupo de Investigación EGRIS1, que atribuyen el fracaso de las políticas públicas dirigidas a los jóvenes, en gran medida, a que éstas se basan en una apreciación poco ajustada a la realidad sobre los cambios que se han producido en las transiciones de la juventud a la vida adulta.
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