La historia clínica del litio empezó a mediados del siglo xix, cuando se utilizó para el tratamiento de la gota. Posteriormente se administró como sustituto del cloruro sódico y a finales de 1940 se descubrieron sus efectos antimaníacos. En la actualidad se utiliza, de forma eficaz, para el tratamiento de la manía y para la profilaxis de la enfermedad bipolar. Si bien es evidente su efecto en las enfermedades afectivas, no sucede lo mismo con su mecanismo de acción, ya que, a pesar de los muchos estudios realizados, todavía no se conoce exactamente cómo actúa este ion. Se han propuesto muchas teorías, de las que destacan, como más importantes: normalización de posibles alteraciones iónicas, interacciones con el sistema adenilciclasa-AMPc efectos sobre el ciclo del fosfatidilinositol, estabilización de las concentraciones de proteínas neuroprotectoras y normalización de los valores de algunas endopeptidasas citosólicas, entre otros. De todas formas, todavía está por definir cuál de ellos es el principal responsable de las acciones terapéuticas del litio, aunque tampoco puede descartarse que aún esté por descubrir su mecanismo exacto de acción
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