A partir de sus propias experiencias vitales, el autor relaciona los valores más actuales del Mediterráneo con sus raíces tradicionales, haciendo hincapié en cómo las ciudades han sido siempre los centros neurálgicos de la vida y el comercio, y cómo, con el triunfo del utilitarismo, se ha pasado a un racionalismo deshumanizado. Ahora la emigración ya no se considera un enriquecimiento para la persona, sino más bien un preludio de la muerte, que puede soportarse sólo con la esperanza de un futuro mejor.
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