Tras el éxito cosechado por la Exposición Universal Misionera celebrada en el Vaticano en 1925, la Iglesia católica vive una etapa de euforia expositivo-misional que alcanza su segundo momento de gloria en España, en 1929-1930. Formando parte de la Exposición Internacional de Barcelona se organiza entonces una exposición misional en la que participan todas las órdenes y congregaciones misioneras presentes en España. Aunque la exhibición tiene una marcada orientación martiriológica, la inmensa mayoría de los objetos presentados pertenece al ámbito de la etnografía, a los que se suman además numerosas esculturas de tipos nativos. Como complemento de la exposición se organiza un amplio repertorio de actos de enorme interés material y sobre todo simbólico: jornadas de estudio, congresos, cabalgatas, misas multitudinarias, etc. En el texto se analizan todos estos eventos y se valora el uso que las órdenes religiosas hacen de los materiales etnográficos y de los conocimientos etnológicos disponibles.
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