Cuenta el mito que Faetón, dudando de que el dios Sol fuera su padre, lo convenció para que le concediese todos sus deseos, aunque éstos fueran un paseo en el carro solar. El trágico viaje, que detuvo un rayo del sumo Zeus, puso fin a la enloquecida carrera del desventurado, que murió precipitándose en la tierra como una estrella fugaz. Su cuerpo fue acogido piadosamente por el río Erídano, y las lágrimas de las Helíades, hermanas de Faetón, transformadas en árboles de tanto llorar, se convirtieron por voluntad del dios Sol en ámbar, en lágrimas de ámbar.
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