Se ha demostrado consistentemente que existe una diferencia de género en relación a la presencia de síntomas y trastornos depresivos "monopolares", siendo éstos claramente más frecuentes en mujeres que en hombres. Sin embargo, estas diferencias no son estables a lo largo del ciclo vital. Además del ya comprobado origen en la pubertad, estudios recientes sugieren que las diferencias de género en depresión disminuyen a partir de la adultez tardía, especialmente debido a una disminución en la tasas de depresión femenina a partir de los 55 años aproximadamente. Estos cambios a lo largo del ciclo vital obligan a reconsiderar el poder explicativo de las hipótesis biológicas y psicosociales que se han propuesto como causas de estas diferencias.
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