La generalización de la práctica del desarrollo rural a lo largo de las últimas décadas en Europa, destinada a paliar los efectos del éxodo rural, ha generado, por su capacidad de producir impactos medioambientales, la necesidad de su toma en consideración, a fin de evitar una destrucción minera de los recursos de cuya puesta en valor depende la eficacia de las estrategias emprendidas. Esta necesidad se hace mas evidente si cabe en las áreas de montaña, cuyas peculiaridades las convierten en espacios de equilibrios especialmente frágiles que precisan de una reflexión seria acerca de la trascendencia de cada una de las acciones a emprender.
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