Ser mujer y artista a principios del siglo XX significaba el ostracismo absoluto. Tamara de Lempicka luchó durante toda su vida para que su trabajo fuese reconocido y para ello construyó una leyenda alrededor de su propio personaje. Le tocó vivir tiempos convulsos que la llevaron a una huida constante, pero acabó consiguiendo la fama y se convirtió en la imagen de la mujer moderna.
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