La sociedad europea no debería rendirse ante las exigencias islámicas de regular la difusión de imágenes ofensivas hacia su religión. La libertad de expresión no puede entenderse a medias, y sólo el Código Penal deber trazar sus límites. La autora critica a los partidarios de la autocensura porque la libertad y la tolerancia democráticas ya dan suficientes garantías a todos los que forman parte de la sociedad, al margen de sus creencias. La sociedad democrática no debe aceptar rebajas en sus derechos fundamentales para contentar a ninguna religión.
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