La muerte de Eloy de la Iglesia nos ha dejado sin un director valiente y sin uno de nuestros más consumados y nada vergonzosos erotómanos (véase el derroche de frontales de Los novios búlgaros). Los despelotes y las escenas de sexo, continuos en sus películas, dan fe. Para muestra, este encuentro apresurado entre Rosario Flores y José Luis Manzano en Colegas (1982).
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