Aproximadamente entre las últimas décadas del siglo XVI y primeras del XVII, en plena coincidencia con la gestación y aparición del Quijote, comenzó a operarse un cambio importantísimo en las relaciones comerciales hispano-musulmanas. De la extracción de productos basada en la violencia -razzias y cabalgadas- facilitada por el vasallaje de monarcas norteafricanos y el sometimiento de las tribus del litoral, se fue pasando a unos intercambios mercantiles absolutamente normalizados con unos países a los que se había renunciado a dominar. La importancia y vitalidad del citado tráfico comercial viene atestiguada por la llegada de naves desde los países musulmanes, la importación de trigo de aquella procedencia para paliar las repetidas crisis frumentarias y, por último, por la crónica saca de plata americana, para pagar las importaciones y el rescate de los cautivos, hacia los citados destinos.
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