Reflexionar sobre los campamentos juveniles en los últimos veinte-veinticinco años es como mirar la evolución de nuestra sociedad, de cómo ha sido y es nuestra juventud, de cómo han cambiado las relaciones y comunicaciones familiares, de cómo ha sido el proceso del movimiento asociativo juvenil e incluso cómo han avanzado las nuevas tecnologías. Por regla general estas actividades han tenido una falta de reconocimiento social debido al desconocimiento de sus funciones educativas, y aunque sea un tópico, es obvio que no se ha observado más allá de "la primera fila de árboles del bosque". Un campamento ha sido, es y será algo más que una experiencia lúdica, es ante todo una oportunidad única para potenciar las habilidades sociales y contribuir en la formación integral de la juventud, un lugar donde contamos con la ventaja de la participación voluntaria, el carácter lúdico de las actividades y la intensidad de las interrelaciones.
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