La actuación humana ejercida sobre los montes durante la Edad Moderna constituye un claro exponente de la posición central que ocupaban los montes en el espacio agrario, no sólo pinares, sino también encinares y quejigares, responden a este interés humano por el monte. De esta manera se manifiesta cómo el conjunto de los montes adquiere su verdadera fisonomía a través de esta actuación humana, sostenida en el tiempo a través de auténticos programas plasmados en las Ordenanzas Montes y en las Ordenanzas Municipales. Esta intervención adquiere distintas características en función de los intereses de cada comunidad rural y en relación con distintos momentos históricos. De esta manera junto a algunas constantes vinculadas con la intervención en los montes pueden señalarse grandes diferencias, pues mientras en unas zonas el monte se reduce en favor de las tierras cultivadas, en otras se conserva y se amplia. Estas diferencias, así pues, constituyen un efecto del prestigio del monte o de su olvido como soporte o equilibrio de la actividad rural.
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