Partiendo sobre todo de España defendida, en este trabajo se sostiene que la muerte de Felipe II representó para Quevedo el final de un glorioso imperialismo contrarreformista con connotaciones de virilidad tanto sexual como «moraI», mientras que, desde su comienzo, el reinado de Felipe III aportó, a su entender, una desastrosa corrupción «afeminada» de la política, sociedad y moral de la nación. Se argumenta que esta visión tan sumamente pesimista fue un incentivo crucial tanto para sus obras satíricas como neoestoicas.
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