Se analizan los criterios que existían sobre el concepto de «erudición» en el siglo XVII, tomando como base fundamentalmente las recomendaciones del jesuita Nicolas Caussino en su obra Eloquentiae sacrae et humanae parallela (1619). Se explica cómo se hacía uso de las fuentes de erudición, sobre todo como auxiliares de la inventio, en la variedad de prosa discursiva de carácter ensayístico o con finalidad didáctica practicada por los hombres cultos cada vez más a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Tomando esas referencias, se analiza luego la obra de Quevedo Providencia de Dios y se constata que emplea prácticamente todos los recursos recomendados por Casussino para producir una prosa nutrida de erudición.
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