Si realmente los poderes públicos tuvieran interés - haciendo gala de un verdadero espíritu democrático -, en que el pueblo disfrutara del patrimonio contemporáneo, invertirían más esfuerzos en su educación a partir de la infancia. Por el contrario apuestan por políticas de galería expresadas a través de blockbusters o eventos del mismo corte encaminados a fabricar y mantener su imagen-mito de poder moderno, democrático, y revestirse de valores artificialmente adheridos, como tolerancia, solidaridad, espíritu inclusivo, etc
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