En los años setenta, los trabajos de tres investigadores sobre la influencia de la acumulación atmosférica de gases clorofluorocarburos (CFC) en el deterioro de la capa de ozono, provocaron la regulación de su uso en el ámbito mundial. Estos trabajos y sus aplicaciones han merecido el Nobel de Química 1995. Sin embargo, uno de los primeros investigadores que estudió la distribución de estos gases en la atmósfera fue James Lovelock, el autor de la teoría de Gaia. Un científico independiente cuyas ideas no han tenido efectos sociales tan rápidos, al igual que las advertencias sobre el uso indiscriminado de pesticidas que lanzó Rachel Carson en 1962.
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