Los cambios acontecidos en las relaciones económicas internacionales entre 1950 y 1970 imposibilitaron la aplicación de políticas económicas autónomas desde 1970. Tras la crisis monetaria se recurrió a la flotación generalizada de las monedas para "aislar" a las economías nacionales del exterior. El intento fracasó por la excesiva volatilidad de los tipos de cambio en las nuevas condiciones. El retorno a los tipos de cambio fijos llevo a flexibilizar las relaciones laborales para reforzar la competitividad de la producción nacional. La simultaneidad de las reformas laborales así emprendidas instaló a la economía mundial en tasas bajas de crecimiento y tasa alta de desempleo. La solución a estos problemas requiere un cambio radical de la política económica. Sin embargo, las reformas laborales han elevado la eficacia del trabajo y han facilitado la asimilación de los cambios tecnológico-organizativos.
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