En Barcelona, durante el siglo XVIII, comenzó a detectarse una creciente inquietud por asegurar convenientemente el abastecimiento de agua a la ciudad. Prosperidad industrial y crecimiento poblacional se dieron la mano para ir creando una ciudad cada vez más populosa, que debía recurrir a nuevos proyectos que garantizaran un adecuado suministro de agua. El abastecimiento tradicional de Barcelona se basaba en el agua que se tomaba del río Besós, a la altura de Montcada, y era conducida por medio de la "Acequia Condal".
El abastecimiento de la ciudad estaba inicialmente en manos del Ayuntamiento, y conforme avanzó el siglo XIX, fue postulando diversas concesiones a empresas privadas, con el fin de remediar la crónica dificultad que padecía el suministro de agua.
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