Pedro Alfonso y Raimundo de Marsella intentaron justificar la teoría y la práctica de la astrología en medio de un clima de escepticismo y de oposición. Ambos defendieron con firmeza el arte de la adivinación celeste, afirmando que forma parte del plan racional trazado por Dios para el Universo. Atacaron a sus oponentes (los practicantes de la astrología inferior y el clero opuesto a la astrología), llamándolos ciegos, pervertidos y bestias irracionales. Sus discusiones contribuyeron a entender la importancia de la recepción de la ciencia árabe en la Europa latina durante el siglo XII y a que se apelase cada más a la razón
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