Expone el autor las cuestiones hermenéuticas y metodológicas que afrontó a la hora de redactar el proyecto de declaración hacia una ética mundial. Éste, tras un largo proceso que aquí se resume, fue suscrito por numerosos y destacados representantes religiosos. La determinación de una exigencia ética primordial: «Todo hombre debe ser tratado humanamente» y la presencia de la regla de oro en todas las confesiones hacen posible este consenso ético de perentoria necesidad para el mundo y proclamado públicamente por primera vez en la Historia de las religione
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