A partir del examen de un caso concreto, el de Germaine Greer, se demuestra que la fundamentación teórico romántico-vitalista antiilustrada de algunas formas del feminismo de los años setenta desemboca actualmente en un discurso tradicionalista y mistificador que se apoya en categorías biologicista para legitimar y salvar de la bancarrota intelectual y ética una concepción que la idiología patriarcal siempre sostuvo: la diferencia ontológica entre los sexos
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