Los escritores antifranquistas, que tuvieron experiencias existenciales extremas, como el encarcelamiento en campos de concentración en Francia o Alemania, las torturas en las comisarías o la cárcel dura en España, se enfrentaron con el doloroso tema de su personal vivencia en muchos trabajos, escribiendo sencillamente sus memorias o elaborándolas en forma de ficción. En todo caso, la relación con la literatura ha tenido que superar el inexpresable contenido de la narración, la presunta intransmisibilidad de la atroz realidad, el conflicto entre estética y materia de la narración. Emblemáticos de este tipo de conflicto - solucionado - entre literatura y experiencias extremas resultan los trabajos de Max Aub y Jorge Semprún
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