Francisco Javier Oyarzun de Laiglesia, Luis Molina Sánchez
Los movimientos migratorios van a constituir, tanto para el país receptor como para el país emisor, uno de los mayores retos a los que se va a enfrentar el Mundo en los próximos años. En los países receptores, la absorción de una mano de obra relativamente no cualificada generaría tensiones en el mercado laboral y a nivel sociológico. En los Estados de los cuales emigran los trabajadores, estos movimientos pueden suponer un drenaje de recursos de capital humano muy escaso, y cuya obtención ha sido relativamente más costosa, pero también una llegada de divisas que alivia la situación crediticia del mismo. En ambos casos, es un tema a discutir cada vez más en los foros internacionales, una vez desregulado casi por completo el movimiento del factor complementario, el capital, y muy avanzada la libre circulación de mercancías.
En el presente artículo consideramos el fenómeno desde un punto de vista estrictamente económico, esto es, como la movilidad del factor de producción trabajo (o, si se prefiere, de capital humano), entre regiones. Se examinan las condiciones que llevan a que estos movimientos se produzcan, y las que determinan su intensidad, así como las consecuencias para los países receptores y para los de origen del emigrante. Partiendo del actual sistema de regulación de los flujos, se examina de manera muy sencilla las pérdidas de eficiencia a las que da lugar, y se analizan las consecuencias sobre el bienestar de su sustitución por modelos económicamente más racionales. Para finalizar, se realizan varias consideraciones sobre la aplicabilidad de estos nuevos modelos.
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