Una de las razones por las que se recela de la Retórica es el hecho de que se utilice para encender los afectos y manipular a las masas. Este reproche ya era conocido en la Antigüedad, y por ello los clásicos trataron siempre de buscar la medida justa entre la afectividad (pathos), la argumentación como tal (logos) y la autoridad del orador (ethos). A partir de la Retórica del Renacimiento se añadió una virtud poco presente en la Antigüedad: la humildad, que resulta ser clave para la eficacia comunicativa. En el artículo se analiza la relación entre Retórica y humildad, partiendo del análisis del ethos.
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