La crisis estructural de Bolivia es la manifestación del fin de ciclo de la estructura político territorial del Estado-nación, de un unitarismo centralista administrado tradicionalmente desde la sierra y el Altiplano. En ese contexto, en el oriente tropical del país emerge un movimiento regional guiado por una elite que busca hacerse hegemónica, que proclama la identidad camba como ideología de cohesión regional y que reivindica la autonomía política. Aunque Santa Cruz es sin duda el nuevo eje del desarrollo nacional, los procesos sociales, demográficos y migratorios que se sucedieron en su historia reciente sugieren que sus problemas son en realidad un reacomodo de las fuerzas interiores de la sociedad boliviana.
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