José Miguel Insulza asumió como secretario general de la OEA luego de un traumático proceso de negociaciones y en un contexto particular, caracterizado por el ascenso de líderes de izquierda en muchos países de la región. Al frente de un organismo con escaso poder propio, que depende en buena medida de la voluntad política de sus integrantes, Insulza deberá articular intereses diversos si quiere tender puentes entre Estados Unidos y América Latina. Tiene por delante el desafío de enfrentar la tendencia de algunos países a «externalizar» conflictos como herramienta de política interna, y la misión de fomentar el diálogo entre vecinos distanciados por motivos territoriales.
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