El miedo, el terror, ocupa un lugar destacado en la producción editorial. La literatura infantil y juvenil lo ha clasificado, pudiéndose distinguir, a grandes rasgos, tres franjas lectoras del mismo. Una, a la que podríamos llamar "quitamiedos"; la segunda, confluye en la aceptación, la complicidad, el reto de enfrentarse, de burlarse de él; y una tercera en la que el lector exige el miedo en estado puro.
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