El autor del artículo no cree que la desigualdad sea la principal causa de la violencia contra las mujeres. Aunque hoy pueden ser ministras de Estado, continúan recibiendo palizas. El meollo de los conflictos de pareja parece estar más en las relaciones de propiedad que en la tan cacareada disparidad. Al final, no hay más verdad para el crimen que la posesión
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