Los más pequeños son la ternura de la sociedad, son el futuro, son la promesa, son la esperanza de las generaciones adultas. Pero la inversión comunitaria que se dedica a la infancia y a las políticas que deben protegerla, educarla, socializarla y hacerla madura, es más que irrisoria. Sólo hace falta contrastar los presupuestos de educación o los de sanidad que se destinan a menores.
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