Sigue vivo. Su figura se podría comparar con la de un mito o leyenda. Fue el primer montañero español en clavar la bandera ¿una ikurriña¿ en el Everest, dentro de las Euskal Expedizioia de 1980. Realizó un vivac a 8.700 metros con 36 grados bajo cero y descendió intacto. Criado en los montes de Hernani, continuó su vida al otro lado del Atlántico entre los Andes y las Rocosas, compaginando el trabajo de carpintero con el de guía de alta montaña. Durante los veranos guiaba a estadounidenses por los Pirineos. Su carácter alimenta el mito. Callado y reservado. Huye de todo lo que sean flashes o grabadoras. Pero su sonrisa le delata. ¿Los mitos no existen¿, sostiene. ¿Yo tan sólo cubrí una etapa¿, argumenta. Ahora se celebran los veinticinco años de aquella gesta con la que abrió los ojos a una multitud de montañeros que ¿desde entonces perdieron el respeto a la montaña¿.
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