El pasado mes de octubre se ha celebrado en Salamanca la XV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Organización de Estados Iberoamericanos, OEI. Esta organización, fundada en pleno franquismo durante el bloqueo internacional, ha demostrado una capacidad de supervivencia y de adaptación muy por encima de la de otras organizaciones internacionales. Aquejada siempre por el mal del verbalismo y de la falta de eficacia, en su última etapa ha hecho un esfuerzo por establecer un autodiagnóstico y a la vista de sus debilidades y fortalezas ha planteado una serie de posibles remedios para sus muchos males. La Declaración de Salamanca con la que ha finalizado la cumbre abre un espacio posibilista para el futuro de esta organización.
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