En el texto, el autor desarrolla dos elementos del pensamiento filosófico de Karl F. Krause (Alemania, 1781-1832). En primer lugar, se trata de su propuesta para una dialéctica abierta y dual, respetuosa del individuo y opuesta a la dialéctica hegeliana y su determinismo histórico. Esto tiene implicancias directas en la orientación que adoptan los movimientos revolucionarios, democrática o, por el contrario, autoritaria. En segundo lugar, el autor aborda el pensamiento de Krause respecto de la mujer y su papel en la sociedad, destacando su ideario progresista y libertario "avant la lettre", respetuoso de lo que hoy sería una identidad de género y opuesto a las corrientes dominantes de su época. Su crítica apunta al liberalismo y a la izquierda revolucionaria, que, en aquellos años, excluyeron a la mujer del espacio público, la educación y la política. La crítica se centra especialmente en las concepciones educativas de Rousseau propuestas en su clásico texto, Emilio.
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