La transición exitosa a la democracia en los últimos decenios en América Latina ha sido acompañada de profundas reformas económicas, de transformación y creación de significativas instituciones políticas. Pero, la gobernabilidad no ha abandonado algunos de los antiguos mecanismos heredados de la colonia. Un neopopulismo se ha instalado en el continente entorpeciendo gravemente el proceso democrático en ciernes. La intermediación de los mecanismos populistas en la puesta en obra de los cambios propuestos, con la solitaria excepción de Chile, constituye una práctica generalizada. En este país, se ha privilegiado el acuerdo entre las elites, excluyendo la negociación populista; y el consenso político logrado explica sus logros. Este caso contrasta con la situación del continente, donde la fragilidad de la gobernabilidad de la mayoría de las nuevas democracias ha hecho revivir alternativas autoritarias.
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