El artículo aborda la importancia de la retórica en el siglo xix. Con la preocupación por "hablar bien", presente en la vida social posterior a la Revolución liberal, la capacidad oratoria se convirtió en un requisito imprescindible en toda carrera política. Esa oratoria compartió muchos rasgos (gestos, creación de imágenes) con el teatro coetáneo, pues el público, que seguía las sesiones parlamentarias y llenaba los teatros, era el mismo y buscaba la espectacularidad en ambas actividades. La política siempre es representación, pero en el siglo xix, y en especial en la Restauración, el Parlamento, que había perdido parte de su peso legislativo frente a los gobiernos, se convirtió en un lugar para escenificar otros aspectos del juego político.
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